Durante décadas, trabajar con firmas reconocidas, como las Big Four y otras grandes empresas de consultoría, ha sido percibido como símbolo de estatus y garantía de calidad. Sin embargo, cada vez más empresas están cuestionando el verdadero valor que reciben al contratar estos servicios.
¿Qué pasa cuando se mira más allá de la marca y analizamos lo que realmente obtiene el cliente?
El mito del servicio personalizado
Aunque en teoría estas grandes firmas prometen atención de primer nivel, en la práctica muchos clientes experimentan servicios impersonales, cambios constantes en los equipos de trabajo y poco acceso a los socios senior que inicialmente captaron al cliente. Las empresas medianas suelen perder protagonismo frente a grandes corporaciones internacionales que dominan la agenda de estas firmas.
Pero resulta aún más preocupante que para muchas de estas grandes firmas, cada cliente es apenas una cuenta más en un portafolio global.
¿Así que, qué prioridad puede realmente tener una empresa mediana o un proyecto cuando compite en la agenda con corporaciones multinacionales que pagan cifras astronómicas
por servicios globales?
El costo oculto
Los honorarios elevados no solo pagan el servicio recibido, sino también el costo de mantener grandes estructuras corporativas y campañas globales de marketing. Además, surgen preocupaciones sobre conflictos de interés cuando una misma firma atiende a competidores en sectores especializados, poniendo en riesgo la confidencialidad e imparcialidad.
Otra preocupación que en las últimas décadas se ha incrementado son los conflictos de interés. Pues cuando una misma firma suple servicios a múltiples integrantes de un mismo sector, el nivel de confidencialidad y de autonomía e imparcialidad que realmente puede ofrecer se vuelve cuestionable.
En mercados más pequeños o en industrias especializadas, este riesgo se amplifica. Un ejemplo emblemático de esto es el caso de Enron y Arthur Andersen, en el que Arthur Andersen cobraba más a Enron por servicios de consultoría que por auditoría, lo que generó un conflicto de intereses que comprometía la independencia del auditor.
Este escándalo fue uno de los detonantes para la promulgación de la Ley Sarbanes-Oxley en Estados Unidos, que busca garantizar la independencia de las auditoras y la transparencia en la información financiera.
(Wikipedia, s.f.)
El nuevo lujo: atención personalizada
Ante esta realidad, muchas empresas están optando por firmas como Contadom, que combinan estándares globales, presencia internacional y un modelo flexible de atención personalizada. Este enfoque prioriza la cercanía, el diseño de soluciones a medida, el acceso directo a la alta dirección y costos alineados con el valor real entregado.
Este nuevo lujo consiste en contar con un consultor lo suficientemente grande para atender proyectos dinámicos y complejos, pero lo suficientemente cercanos para responder como un verdadero aliado estratégico que mantiene un interés genuino por sus socios de negocio.
La pregunta clave para los empresarios
Hoy, la verdadera pregunta para cualquier empresario no es: ¿quién tiene el nombre más grande?, sino ¿quién estará a mi lado para enfrentar los desafíos, adaptarse a mis necesidades y garantizar el cumplimiento de mis obligaciones?. Las nuevas alternativas en consultoría ya no se definen por tamaño o renombre, sino por humanidad, estrategia y compromiso con el cliente.
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